Con todas las prevenciones, Onusida ha dado este año un mensaje positivo sobre el estado de la pandemia de sida en el mundo. Según las últimas estimaciones hay, por lo menos, un estancamiento en las cifras: 33,3 millones de personas que viven con el virus, 2,6 millones de nuevos casos y 1,8 millones de fallecimientos. En 2006 las cifras eran, respectivamente, 33,2, 2,5 y 2,1 millones.
De estas tres cifras, la más significativa es la de las muertes. Este número baja de los 2 millones anuales por primera vez desde hace más de una década, lo que demuestra el avance del acceso a los tratamientos. Aunque sea una mejoría relativa, ya que la propia organización de la ONU admite que hay 5 millones de peronas tratadas, pero 10 millones más que deberían estarlo.
Por el contrario, la mala noticia es que si cada año se consigue dar medicación a un millón de personas, el número de nuevas infecciones ronda los dos millones. Esas personas no necesitan inmediatamente ser medicadas, pero sí lo será la mayoría en el plazo de unos cinco años.
"Estamos desviando la trayectoria de la epidemia de sida con acciones audaces y decisiones inteligentes", ha dicho Michel Sidibé, director ejecutivo del Onusida. "Las inversiones en la respuesta al sida están dando sus frutos, pero las ganancias son frágiles. El reto es ahora ver cómo podemos trabajar juntos para acelerar los progresos".
Hacer comparaciones con lo que sucedía hace 10 años es complicado, porque en 2006 hubo un cambio de metodología, pero lo que está claro de los últimos tres años es que hay, cuanto menos, una estabilización. Si se comparan los datos de 2001 con los de 2009, se ve que en siete países (Armenia, Georgia, Kirguizistán, Kazajistán y Tayikistán, Bangladesh y Filipinas) el número de infectados ha aumentado más de un 25%. Como se ve, cinco de ellos forman parte de la antigua URSS, y no hay africanos entre ellos. Ello se debe a dos factores sobre todo. El primero, que las tasas de incidencia en África eran ya tan altas que solo podían bajar en cuanto se implantaran algunas medidas educativas o de promoción de la salud. El segundo, que en los países del Asia central falta una política de reducción de daños, sobre todo para los consumidores de drogas inyectables.
En cambio, en 32 de los 182 países estudiados este porcentaje ha disminuido más de un 25%. Entre ellos, hay algunos tan significativos como India y Sudáfrica, donde la prevención -sobre todo en el último país- parece que empieza a dar frutos una vez se acabaron las reticencias a dar antivirales.
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